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Juan Herrelos abre Oslo al Mar y le da vida al Museo Munch
May 4, 2009, 7:24 pm
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NATIVIDAD PULIDO | MADRID Un fragmento completo de ciudad. Éste es el reto que tiene por delante el arquitecto español Juan Herreros, ganador de un concurso internacional para crear el Área Munch en el barrio de Bjorvika de Oslo: un gran proyecto que abrirá la ciudad al mar y cuyo plazo de ejecución está previsto para 2013. En un lugar hasta ahora inaccesible para los ciudadanos, Herreros construirá el Museo Munch, ocho bloques de viviendas y dos grandes parques en sendas islas. En una de ellas habrá una playa, se celebrarán conciertos al aire libre, será un lugar activo y ruidoso, apunta Herreros. La otra isla -llamada «Isla del Placer»- será un parque silencioso, naturista, un lugar hedonista para aislarse, una especie de balneario urbano. A Herreros le interesa «contribuir a la construcción de una sociedad civil más que a la sociedad del espectáculo». El museo, que tendrá como vecinos la Ópera, recién premiada con el Mies van der Rohe, y la Biblioteca, mide 59 metros desde el agua. Mira hacia la Ópera y hacia la ciudad -las viviendas, en cambio, se van escalonando hacia el mar-. En su planta baja, contará con restaurante, tiendas, centro pedagógico, salón de actos, cine, el museo de los niños… El museo está formado por un cuerpo ciego de cajas neutras. Es un edificio de hormigón forrado de vidrio ondulado. Tiene hasta tres ondulaciones diferentes. «Esperamos que produzca unos efectos de luz, de refracción muy particulares -dice Herreros-, casi nunca es transparente. Tiene todas las metáforas de los hielos». El vidrio es «como el chubasquero del edificio». Toda su fachada se convierte en una especie de mirador sobre la ciudad. En el último piso estará la biblioteca. Aunque Oslo cuenta con pocas horas de luz al día, subraya Herreros que esa luz «es muy particular, bellísima. Hay unos cambios cromáticos y lumínicos muy especiales. El museo irá respondiendo a los estímulos externos y tendrá muchas caras y colores a lo largo del día». Un proyecto sostenible Aparte de la colección de Edward Munch, el museo albergará la colección Stenersen, la más importante de arte contemporáneo del país. El Museo Munch se convertirá, pues, en el gran museo de arte contemporáneo de Noruega. Gran parte de lo que suceda en este edificio quedará a la vista del público: los depósitos de arte, los departamentos de restauración, conservación y gestión, el programa educativo, la biblioteca… Todo el proyecto tiene una gran carga de sostenibilidad, dice el arquitecto, «no sólo porque utiliza energías limpias y renovables. Es un sistema bastante moderno, en el que los elementos constructivos son activos. El aire circula por dentro de las paredes y los suelos. El propio edificio es como una gran máquina de circulación. Asume un compromiso sobre cuestiones energéticas, se minimiza la presencia de los coches, hay lugares peatonales, para ciclistas… Utilizamos el propio fiordo como fuente de energía geotérmica». Herreros consiguió el proyecto del Área Munch desbancando a vacas sagradas de la talla de Tadao Ando y Zaha Hadid. ¿Le produjo un orgullo especial o sólo son gajes del oficio? «Añade un valor y una satisfacción. Eramos 20 competidores y había una altísima exigencia». El Jurado destacó del proyecto ganador su simplicidad y elegancia, dijo que es «una declaración de arte y accesibilidad pública al fiordo». El director de la Ópera teme que el Museo Munch le reste protagonismo a su edificio. Herreros le responde: «Se convencerá pronto de que el museo ofrece mucha importancia a la Ópera. No le da la espalda, ni compite con ella. El museo mira a la Ópera con bastante respeto, será su mejor aliado en el futuro». Realizar un proyecto de esta envergadura en una Europa en crisis le ha servido para expresar que en la austeridad hay también un lugar para la belleza. ¿Va a ayudar esta crisis a depurar esa arquitectura estrella, de fuego artificial? «Creo que sí, la crisis es una gran oportunidad para eliminar una cantidad de lastre a todos los niveles, en la redefinición de nuestros conceptos básicos de calidad, confort, placer… Todo eso va a sufrir un serio varapalo». Munch es un artista muy querido en el estudio de Herreros. El robo de «El Grito» y la «Madonna» en el antiguo museo ha hecho que los noruegos estén más sensibilizados con el tema de la seguridad En el proyecto de Herreros «el arte está en cajas de hormigón herméticamente protegidas; el museo es una caja fuerte de un patrimonio nacional». Casos como el de Herreros nos recuerdan que hay vida (y muy intensa) en la arquitectura española después de Moneo y Calatrava. Profesor titular de la Escuela de Arquitectura de Madrid y profesor visitante de la Universidad de Columbia, Herreros fue nombrado recientemente miembro del International Fellowship of the Royal Institute of British Architects. «Sólo decirlo me da un vértigo… Me hace mucha ilusión el reconocimiento fuera de tu país a tu trayectoria profesional; es algo satisfactorio que resuelve y mitiga algunas durezas de la vida profesional».



Ambiciosa aventura
May 2, 2009, 5:45 am
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JUAN HERREROS 30/04/2009

Como ya hiciera con el Kursaal de Rafael Moneo y el MUSAC de Mansilla y Tuñón, el premio Mies van der Rohe ha vuelto a reconocer la capacidad de la arquitectura, de un sólo edificio, para desplazar el centro de gravedad de una ciudad. La Ópera de Oslo firmada por el estudio Snøhetta es la primera pieza de una operación que transformará completamente la lectura y el uso de un enclave que quiere reivindicarse a sí mismo como Fijord city. Y es que, como tantas ciudades desarrolladas a espaldas del mar, Oslo depositó en las riberas de su fiordo las instalaciones portuarias cerrando a sus habitantes el contacto con el agua.

Ahora, esos terrenos ganados al mar han legado un perímetro bellísimo de geometría artificial formado por una serie de penínsulas que recibirán diferentes edificios culturales, como la Biblioteca Nacional y el nuevo Museo Munch, pero que también incluyen construcciones residenciales y comerciales con el fin de extender con no poca naturalidad la ciudad verdadera, y no sólo la de las grandes actuaciones, hasta la orilla. Barcelona o Bilbao son nuestros precedentes urbanos de redefinición de estos paisajes litorales, enérgicos y vitales en la historia de cada ciudad, que han sido negados históricamente a pesar de ser un ingrediente fundamental de su constitución.

En Oslo, esta proyección de futuro se materializará con la implantación del Paseo del Puerto, que permitirá al peatón recorrer sin interrupción todo el perímetro marítimo. La Ópera es la primera gran pieza de esta ambiciosa aventura que hace ya tiempo se ha convertido en un elemento vital y de orgullo compartido por todos los habitantes. El edificio explota su emplazamiento convirtiéndose en resolución topográfica del encuentro de la tierra firme con el fiordo y hace de su cubierta un lugar público que ha adquirido una importancia máxima entre los espacios abiertos de la trama urbana. Su desarrollo horizontal y su construcción a base de pliegues de mármol blanco hacen aflorar su condición geológica como si fuera una cantera que siempre estaba ahí y hubiera sido tallada por los arquitectos. Y su interior es, en cierto modo, una prolongación de la ciudad con el vestíbulo imponente y luminoso y sus restaurantes formando una plaza cubierta bajo el gran solárium en donde una población que adora el sol puede abandonarse a su contemplación.

Snøhetta ha sabido hacerlo todo bien, rodearse de artistas para trabajar una buena serie de acciones singulares, construir unas salas que son un prodigio espacial y acústico, resolver los mil problemas que un programa tan complejo pone sobre la mesa sin que hayan dejado huella en la construcción, y con todo ello, ofrecer a su ciudad un regalo inesperado.

Proyectar y construir la Ópera ha debido resultar una empresa llena de contratiempos, de ésas que sólo los arquitectos más ilusionados son capaces de afrontar convencidos de que el futuro vendrá para olvidar todo dolor. Oslo puede estar hoy más orgullosa de su Ópera y de este premio, pero sobre todo, de haber confiado en la arquitectura para cambiar su historia y, gracias a ello, puede mirar confiada hacia unos tiempos nuevos en los que todo lo aprendido en esta primera gran acción será el mejor bagaje para continuar su extraordinario proyecto.

Juan Herreros es arquitecto y ganador del proyecto para el nuevo Museo Munch de Oslo.