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«La arquitectura de Calatrava requiere de ciudades como Oviedo que se sometan»
diciembre 18, 2007, 4:27 am
Filed under: Calatrava

«Con la elección de Niemeyer para Avilés se corre el peligro de hacer un edificio sin contenido, que es un fenómeno de sociedades ricas»

RAFAEL DE LA HOZ ARQUITECTO Oviedo, A. VILLACORTA
La construcción más alta de Andalucía, las «Torres de Hércules», y el primer edificio que se levanta en la Gran Vía madrileña en el siglo XXI llevarán la firma de Rafael de la Hoz (Córdoba, 1955), que esta semana inauguró en Oviedo el ciclo de conferencias «Espacio y tiempo. Visiones sesgadas», organizado por el Colegio de Arquitectos de Asturias.
-¿Oviedo está volcada en Calatrava o Calatrava en los edificios aledaños a su palacio?
-La arquitectura de Calatrava es muy difícil de insertar, es una arquitectura interesada en sí misma, con dificultades de relación. No se acomoda, sino que el entorno se acomoda a ella. Una ciudad como Oviedo requiere una sumisión a ella, un sometimiento.
-¿Le gustan sus proyectos?
-Más que quién lo hace me interesa qué hace.
-¿Es la suya una profesión de gran egocentrismo?
-No, no, no. Eso no es verdad. No es grande: es descomunal.
-Como en el fútbol y en la justicia, ¿se lleva la arquitectura de las estrellas?

-La historia de la arquitectura está llena de grandes arquitectos que iban de un lado a otro atendiendo al poder. Ya los Borbones se traen a sus arquitectos estrella franceses, y cuando llega Isabel de Farnesio se trae a sus italianos. A Miguel Ángel se lo disputaban Florencia y Roma. Siempre ha habido este «star system».
-¿Insinúa que quienes triunfan son cortesanos?
-Una ciudad debe meditar mucho a quién encarga sus edificios, porque el impacto mediático proporciona unos réditos instantáneos, pero pasarán 25 años y entonces veremos. A los arquitectos del «star system» del XVII nadie los recuerda. Bernini no es un arquitecto mediático y dejó la exedra de entrada a San Pedro en Roma. Lo que se deja es lo que queda: el autor desaparece.
-Asturias ha elegido a Oscar Niemeyer para resucitar.
-Con esa elección se corre un peligro, que es el de los edificios vacíos, sin contenido, donde no hay colección de museo o actividad cultural, y que, sin embargo, se trasmutan en edificios donde te intentan vender algo. Los edificios con una deriva comercial a falta de contenidos son un fenómeno de nuestra época bastante más preocupante que el «star system». Es un fenómeno de ricos.
-El brasileño se inspira en la naturaleza y en las mujeres.
-Yo también me inspiro en la naturaleza y en las mujeres y no me sale lo mismo.
-Ha venido a hablar de la arbitrariedad arquitectónica.

-A los arquitectos nos avergüenza que nos digan que somos arbitrarios y, sin embargo, lo somos porque no hay nada más arbitrario que el arte. Además, la inmensa mayoría de las decisiones que los humanos tomamos son arbitrarias, intuitivas, pero seguimos creyendo que están basadas en un proceso deductivo, racional. En arquitectura pasa lo mismo: decimos que todo está basado en un proceso muy racional, muy sistematizado y muy ordenado que se llama proyecto: no es verdad.
-¿Cómo define su trabajo?
-Con este caos intuitivo es muy difícil que alguien se defina. Son los críticos quienes ejercen un papel determinante. No hay buena arquitectura si no hay buenos críticos. La arquitectura es tan difícil porque sabemos que vamos a ser juzgados no sólo por nuestros contemporáneos, sino además por la historia. Eso genera una gran tensión en el arquitecto.
-Está trabajando en un complejo hotelero en el antiguo gueto judío de Varsovia.
-Los nazis la arrasaron y, por eso, la ciudad tiene muy poca memoria de sí misma. Y el gueto es un lugar de memoria tristísima. La contradicción estriba en que en un lugar cargado de tanto dolor quedan vestigios que conservar, pero te preguntas hasta qué punto hacer memoria de algo tan doloroso. Sólo hay que fijarse en las dudas que tiene Nueva York sobre el monumento del 11-M.
-También ha hecho viviendas experimentales en Tres Cantos.
-Me hizo pensar qué es ser joven. Para mí, es una diferencia sólo física. Hay quien confunde joven con informal y hace viviendas con muchos colores. El color no es patrimonio de la juventud, sino otras cosas mucho más sustantivas. Por ejemplo, la capacidad de conocer y relacionarse. Nosotros hicimos viviendas para encontrarse con los vecinos y para que sus niños no estuviesen siempre metidos en el piso.
-¿Medían 40 metros?
-No. Incluso hicimos trampas. En España se piensa en dos dimensiones, pero se regula menos el volumen. Como eran viviendas protegidas y la ley nos obligaba a que fuesen de 90 metros, les dimos mucho volumen. Al tener mucha altura, se puede añadir una entreplanta y la vivienda se esponja. Supongo que, dentro de poco, también lo prohibirán. En 40 metros se puede vivir, pero no se puede ser feliz. También se puede pasar hambre, pero son situaciones de emergencia, no sólo personal, sino nacional. La generación anterior a la nuestra hizo este tipo de viviendas, pero tras la guerra civil.
-Y también trabaja en Dubai.
-Es un lugar apasionante, una locura. El mundo ha enloquecido y los arquitectos tenemos una gran responsabilidad: hemos hecho habitable lo inhabitable. Eso es Dubai: habitar un desierto y convertirlo en un lugar de reclamo mundial para que los turistas vayan como van a Las Vegas.
-¿Vamos hacia una arquitectura sostenible?
-No hay ni una sola casa en el campo español que no esté bien orientada y llena de sentido común. Los arquitectos podemos aportar muy poco: lo que tienen que cambiar son los hábitos.


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